Me veo en la obligación de escribir sobre Vince Lombardi en mi primer artículo en Cronicas Lombardi. Es una deuda de honor, una de esas que con honor se salda. Y espero que este artículo honre la memoria de una de las personas que salvó al equipo de la quema a la cual lo querían conducir (uno de los principales salvadores de los Packers fue Papa Bear, George Stanley Halas, pero eso es otra historia).

La herencia, el legado que Vince Lombardi dejó en Green Bay sigue latente a día de hoy. Con mirar el lugar donde está Lambeau Field, sobra, 1265 Lombardi Avenue, Green Bay, Wisconsin. Pero va más allá. Va más allá debido a la grandísima influencia que causó en sus nueve años al frente del equipo del verde y oro. 

Hace tiempo, me dejé llevar por sus años universitarios. Años que fueron duros, pero en los que Vince Lombardi formó parte del mejor equipo que haya tenido la universidad de Fordham. Fue una hornada de jugadores que hicieron historia y dejaron su sello como “Seven blocks of granite”, entrenados por Frank Leahy como entrenador de línea y “Sleepy Joe” Jim Crowley como el head coach.

Tim Cohane fue el autor del sobrenombre de los Fordham Rams en 1936. Este fue el apodo que se quedó para la posteridad, puesto que el anterior, “Seven Samsons” no cuajó para nada.

La línea de los Fordham Rams - Los 7 bloques de granito - Vince Lombardi #40

Años después, fue el propio Tim Cohane quien puso tras la pista de Vince Lombardi a Earl Blaik, por aquel entonces entrenador en jefe de los Army Cadets. Sí, los llamados a día de hoy Black Knights, eran por aquel entonces y hasta 1998, los Cadets. 

Nos trasladamos a primeros de diciembre de 1948. El lugar, el hotel Biltmore de Nueva York, en plena isla de Manhattan. Tim y Earl conversan y este último le nombra que va a perder a Sid Gillman, uno de sus asistentes. “¿Conoces a alguien?”. El bueno de Cohane tenía un nombre en mente. 

Días después, Vince Lombardi se pone de camino hacia West Point. Como de costumbre, llegó pronto a cita con Coach Blaik. Nada mas estrechar manos, “Red” Blaik dijo a Sid Gillman, que iba a dejar la plaza vacante a la que optaba Lombardi, pero aún era su ayudante:

Sid, mira las manos de este hombre. Fácil adivinar por qué era un bloque de granito”.

Lombardi bordó la entrevista y se quedó con el puesto de Gillman, el cual, marchaba rumbo a los Bearcats de Cincinnati. Un Sid Gillman, que acabaría siendo leyenda en los Chargers. 

El día uno de enero de 1949, Vince Lombardi, empezaba en su nuevo trabajo a las ocho de la mañana. Por supuesto, él llegaría antes. El flamante nuevo coordinador ofensivo de Army Cadets. Años más tarde, recomendado directamente a Wellington Mara por “Red”, llegaría a ser considerado para el puesto de HC de los Giants, pero al final no prosperó. Wellington Mara, GM por aquellos años de los Giants, prefirió a Jim Lee Howell por la carencia de experiencia de Lombardi, aunque como se reconocería posteriormente, a quien querían era a Earl Blaik. Por cierto, huelga decir que Lombardi y Mara habían ido a Fordham juntos, pero apenas se conocían. Al final, los Mara estaban interesados en él, pero como coordinador ofensivo. “1000 dólares más, y me quedaba en West Point” llegó a decir Lombardi.

La marcialidad de Lombardi se mostró en pleno apogeo cuando por fin le llegó su oportunidad como Head Coach con los Packers. Marie, su abnegada esposa, charló con Wellington Mara en una cena de antiguos alumnos de Fordham. Mientras Vince charlaba animosamente con compañeros de la época de los bloques de granito, Marie casi imploraba a Mara que frenase a su marido de marcharse a Green Bay. Si bien los antiguos contratos no tenían tantas cláusulas como los actuales, W.Mara se negó. “Marie, creo que Green Bay es el sitio ideal para él”. 

Tras irme por las ramas retomo el “pleno apogeo de la marcialidad”. Lombardi no solo era contratado como Head Coach, sino que también como General Manager, lo cual le iba a permitir sonar como la ranchera de Jose Alfredo Jimenez titulada “El Rey”:

Y mi palabra es la ley…”

Y se lo tomó a pecho. Es más, la famosa “Board of directors” no se metería en ninguna decisión que tomase, por muchas ganas que tuviera. Palabra del presidente de aquella época, Dominic Olejniczak.

Así pudo ir construyendo su herencia en Green Bay. Su legado, que perdura desde hace más de cincuenta años y perdurará muchísimos más, es sinónimo de éxito. Nueve temporadas fueron más que suficientes para demostrar el buen hacer de un hombre recto, sujeto a unos valores, a unos dogmas y a una determinación, que le permitieron llegar a lo más alto. 

Para todo ello, metódico donde los haya, Lombardi, con orden y mando empezó a modernizar los Green Bay Packers. Tomó un equipo moribundo, sin rumbo alguno y con un destino aciago y revitalizó la franquicia. Hizo que sus dueños, los habitantes de Green Bay, se sintieran orgullosos nuevamente de su equipo. Modernizó hasta las oficinas, incluso su despacho, que otrora fuera el del antiguo GM y leyenda del club Verne Lewellen (jugador desde 1924 hasta 1932).

La disciplina impuesta en todas las áreas por Vince Lombardi llegó a los entrenamientos. Contaba Jerry Kramer, Guard de los Packers de 1958 a 1968 y miembro del Hall of Fame de la NFL, que en cada entrenamiento siempre había alguien que se desmayaba, puesto que les hacía trabajar más duro que nunca. No quería tener temporadas perdedoras y no iba a empezar ahora. Pero la cosa no acababa ahí. Todos saben que Lombardi, un hombre con genio como pocos, juraba y vociferaba a discreción. Lo mismo pasaba con las broncas que echaba. Y a fe que las echaba bien, pero también sabía tener mano izquierda.

El propio Kramer, fue objetivo de las iras de Vince Lombardi al fallar un bloqueo en un entrenamiento. El colmo fue cuando cometió otra falta. Vince Lombardi se puso frente a él y le dijo:

El periodo de concentración de un estudiante universitario es de 30 minutos, el de un estudiante de instituto de 3 minutos y el de un niño de guardería de 30 segundos. ¿No lo tiene usted? ¿Dónde le deja eso?

El bueno de Jerry Kramer, cuando acabó el entrenamiento y meditabundo sobre su futuro como confesó años después, sintió como alguien le daba unas palmaditas en el cuello y le acariciaba el pelo:

Hijo, uno de estos días vas a ser el mejor Guard de la liga.”

Contaba Henry Jordan, antiguo DT de GB Packers, como alguna vez, un periodista le preguntaba cómo le trataba Lombardi. «Como a un perro» respondió«. El periodista se olía el titular pensando en la dureza por parte de Lombardi con algunos. Cuan equivocado estaba este cuando Henry Jordan prosiguió :
«Nos trata a todos igual, como a perros«

Ya conocemos como de iracundo podía llegar a ser, pero también la mano izquierda que tenía…Vince Lombardi demostró tener esa mano, pero enseñó también que sabía tratar correctamente a sus jugadores y no solo esa perpetua bronca como algún sector de la prensa quería hacer ver. Ese día Vince Lombardi recuperó a un jugador para su causa. Para muestra, un botón. Muchas veces, a Lombardi lo describe una jugada, la mítica  “power sweep”. Pues bien, cuando vean esa jugada, ese número #64 que sale corriendo, es Jerry Kramer. O si se ve el QB Sneak de la Ice Bowl, el bloqueo idóneo y propiciador de la anotación de Bart Starr, es el de Jerry Kramer #64.

Por cierto, si alguna vez visteis una serie protagonizada entre otros por Mila Kunis y Ashton Kutcher (reconocido fan de los Chicago Bears) llamada “Aquellos maravillosos 70”, en dicha serie aparece una secuencia donde Red Forman, interpretado por Kurtwood Smith, intenta enseñar la power sweep de Lombardi, diciendo que «ejecutada de manera adecuada, la power sweep es imparable«.

Como se puede ver, el legado de Vince Lombardi llega a la pequeña pantalla en los tiempos modernos, pero también en los propios setenta, donde Ernest Borgnine (con cierto parecido físico) interpretó en 1973 a Vince Lombardi en una TV Movie de unos 50 minutos. A día de hoy, esta duración la consideramos propia de un episodio de serie.

La cantidad de documentales en los que aparece Vince Lombardi es ingente, sus referencias, apariciones en anuncios de partidos icónicos, libros dedicados a su persona, artículos de prensa en los que se hable bien o mal… Todo ello también forma parte de su legado. Y por supuesto, tener tu apellido en el trofeo de la Super Bowl es el culmen. 

Mención aparte merece un artículo de Esquire llamado The Toughest Man in Pro Football, escrito por Leonard Schecter. Publicado días antes de la famosa Ice Bowl, ese artículo describía a Vince Lombardi como una persona tirana, un abusón que no sabía tratar a las personas, cruel y sin escrúpulo alguno. Hasta tal punto era denigrante ese artículo, que parecía compararlo con Mussolini. Ese artículo hizo mucho daño a toda la familia Lombardi. Hizo mucho daño a todos sus jugadores. Si bien todos sabían del genio y del carácter del de Brooklyn, de sus palabrotas y juramentos cuando las cosas no salían como debían, sabían que el retrato que Schecter hizo en Esquire, no era como los que le conocían y veían a Lombardi. Como Dick Schaap, co-autor del libro “Instant Replay” junto a Jerry Kramer dijo “100% veraz, no es siempre la verdad”. “Dammit”, “For Chrissakes”, meter “the Hell” para dar más énfasis o “Shit” eran parte de su vocabulario habitual. Los jugadores le habían odiado, por sus formas, por su manera de hablar… pero eso ya había pasado, puesto que lo querían a rabiar. Sabían que Vince Lombardi les entendía como nadie. 

Jerry Kramer salió en televisión para hablar sobre esto:

Muchas cosas se han dicho sobre el entrenador y no siempre es entendido por aquellos que le citan – dijo – Los jugadores le entendemos – continuó – Es un hombre excelente.”

Estas palabras fueron escuchadas por su antiguo mentor, Earl “Red” Blaik, el cual por aquel entonces ya estaba retirado de entrenar y se encontraba ya en la vitrina de los inmortales del College Football, College Hall of Fame. Se apresuró a llamar a Lambeau Field para ponerse en contacto con Vince. Una vez conectados, Earl le dio la enhorabuena a Vince por la victoria, pero también por las palabras de Jerry Kramer. Vince sonreía.

El legado de Vince Lombardi sigue vigente y seguirá vigente durante mucho tiempo. Está inmortalizado en Canton, en el Pro Football Hall of Fame. Pero también en cada sitio en los que estuvo. En cada anécdota que se cuenta de él. En los alrededores del atrio del Lambeau Field, donde está su estatua. En el interior del estadio en el que estuvo nueve temporadas…

Y también en la puerta de un patrocinador en el Lambeau Field, la Bellin Health Gate. Donde encima está el reloj de Vince Lombardi, que va quince minutos adelantado. Como bien decían, “si llegas cinco minutos antes de tiempo, llegas diez minutos tarde”. La hora Lombardi.

El 31 de diciembre de 1967, Vince Lombardi salió de Lambeau Field con una gran sonrisa tras la Ice Bowl. Junto a él, iba su hijo Vincent. Se subieron al Pontiac Bonneville familiar. Vince miró a su hijo y le dijo:

Acabas de verme entrenar mi penúltimo partido.”

Fueron las últimas palabras que se escucharon en el coche en el transcurso de vuelta a casa. El silencio se hizo reinante. El silencio, y una sonrisa.

Saber más de-> Los 7 bloques de granito

Por

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

%d