Para cualquier aficionado al deporte que no haya cumplido aún los treinta años, la revisión de jugadas controvertidas o dudosas, interrumpiéndose con ello el juego para que los árbitros consulten un monitor ad hoc, es tan normal como que el sol sale por el Este todas las mañanas…ahora bien, para los seniors, no siempre fue así. Y hogaño que el VAR futbolero copa las tertulias y los medios deportivos amenazando con desvirtuar un juego que algunos creíamos sencillo e intuitivo, conviene echar un vistazo a como otras disciplinas deportivas y, en particular, la NFL, gestionaron la llegada de este auxilio tecnológico.
El TV Umpire del cricket, desde 1992; la NBA, a partir de 2002; el Ojo de Halcón en las canchas de tenis desde 2006; la MLB desde 2009 o la NHL, que lo introdujo en la temporada 2015-2016 para revisar challenges. En todos ellos, el camino hasta lograr que la tecnología ayudara a que el juego fuese más justo, no ha sido sencillo ni cómodo, pues en cada caso, y como ocurre en la vida, se enfrentaban los que creían defender la pureza y las esencias del juego rechazando desde su ludismo deportivo la contaminación tecnológica, frente a los que, por el contrario, estimaban que auxiliarse de los medios técnicos era una forma de actualizar el juego, dotándole de mayor credibilidad e integridad.
La NFL no fue una excepción a esta controversia. En 1976, Art McNally, el legendario director de árbitros de la competición, desde una cabina de prensa del Texas Stadium, y pertrechado de un cronómetro y una cámara de video, comprobó en qué medida incidirían en el desarrollo del juego las pérdidas de tiempo que comportaría la revisión de una jugada en video. No obstante, lo que verdaderamente reforzó su pretensión de introducir el instant replay en la NFL no fue una cuestión de tiempo, sino un criterio de equidad, al observar en el visor de su videocámara, que los árbitros aquel día habían perjudicado a O.J. Simpson de manera flagrante, pudiendo haberse subsanando con una simple revisión en cámara lenta.
Art McNally
Dos años más tarde, en siete partidos de la preseason se probó el sistema, aplicándose de manera oficial y por vez primera en el 1978 Hall of Fame Game disputado entre los Philadelphia Eagles de Harold Carmichael y los Miami Dolphins de Bob Griese…con frustrantes resultados. La tecnología era excesivamente cara; el sistema precisaba de un número de cámaras muy superior al empleado por los operadores televisivos; la revisión por los árbitros se demoraba mucho más de lo adecuado y los avances electrónicos en la década de los setenta, aun no eran lo suficientemente audaces (que se lo digan a George Lucas). De modo que, tras aquel partido, el proyecto se encajonó hasta mediados de la siguiente década.
En efecto, durante la preseason de 1985, volvió a ensayarse el sistema, esta vez con prometedores resultados merced a los avances tecnológicos que en materia audiovisual se sucedían de manera exponencial. La técnica utilizada para agilizar las revisiones de las jugadas consistía en que desde la sala de prensa se revisase la jugada, informado por radio al árbitro, el cual comunicaba la decisión. El buen funcionamiento del sistema provocó incluso una votación exprés de los propietarios para implantar el sistema que, si bien arrojó un ajustado resultado a favor de no implementarse hasta que estuviese más desarrollado, sin embargo, constituyó la semilla que poco más tarde germinaría para la definitiva implantación del instant replay.
En efecto, en la reunión del mes de mayo de 1986, los propietarios votaron masivamente a favor de la implantación de un sistema limitado de revisión de jugadas a través del instant replay. El margen de revisión era el siguiente:
- Jugadas de posesión o contacto (fumbles, intercepciones, recepciones, muffs o jugadores inelegibles en pase).
- Jugadas relacionadas con sidelines, goal lines, end lines y línea de scrimmage.
- E infracciones fácilmente detectables en la revisión, como, por ejemplo, la existencia de más de once jugadores sobre el campo.
Hasta llegar a ese consenso, las discusiones fueron notables, debiendo los patrones favorables al acuerdo de convencer a los más escépticos, con el compromiso de tener a prueba el sistema durante un año, debiendo votarse de nuevo al final de la temporada.
El 7 de septiembre de 1986 a las 13.00, en el Soldier Field de Chicago se sentaban por vez primera dos Replay Officials delante de sendos monitores de nueve pulgadas, junto con un reproductor de video de alta velocidad que permitía visionar la jugada en menos de dos minutos, el margen que consideraron razonable de interrupción de juego. Ozzie Newsome y Walter Payton fueron, entre otros, las primeras cobayas de este aún incierto procedimiento de revisión arbitral.
Todo nuevo sistema tiene taras y los Chiefs se convirtieron en los primeros damnificados y, por ende, el wide receiver de los Raiders, Dokie Williams, el primer beneficiado del mismo. Durante el segundo cuarto, Mark Wilson lanzó un pase de doce yardas que fue recogido por Williams en la end zone, sancionándolo los árbitros como touchdown. El supervisor de la instant replay, Jack Reader, una vez visionada la repetición, le comunicó por los walkie-talkies al umpire John Neck: «Pass incomplete». Sin embargo, Neck escuchó: «Pass is complete». Los Raiders ganaron aquel encuentro por un touchdown y Dokie Williams se refirió humorísticamente al árbitro de la instant replay como «My buddy, the instant replay guy».
Los propietarios, al acabar la temporada, aprobaron una nueva prórroga del sistema para la siguiente, aunque con algunos ajustes, tanto en el orden humano –se creó una escuela de formación para este tipo de árbitros- como en el material –instalándose monitores de mayor resolución y tamaño (12 pulgadas)-. Además, se sustituyeron los walkies talkies por auriculares que mejoraran la inteligencia de la conversación, modificándose asimismo la terminología a emplear, utilizándose términos más claros y contundentes como «confirmed» y «reversed». Don Shula, tras aquella votación, dijo con gran sentido común: «nosotros, los entrenadores, no podemos seguir el juego con perspectiva desde la banda, por eso enviamos a nuestros coordinadores a la cabina. Si se traslada esta obviedad a los árbitros, creo que nos pueden ayudar mucho».
A pesar de los esfuerzos del Comisionado Tagliabue por mejorar el sistema y aprovechar las bondades tecnológicas, los dueños de las franquicias no renovaron el sistema en 1991, aduciendo demoras insoportables en el juego y poca fiabilidad en la revisión de jugadas conflictivas. Entre 1986 y 1991 se revisaron una media de 2.2 jugadas por partido, rectificándose un 12.6% de jugadas.
Este paso atrás no desanimó en absoluto a los postulantes de la instant replay, que además contaron con el apoyo de una nueva hornada de jóvenes head coach con inquietudes tecnológicas (Dungy, Wanstedt, Rhodes, Capes o Holmgren). De esa manera, el nuevo intento se pone a prueba durante diez partidos de la pretemporada de 1996. El nuevo protocolo atribuía a cada entrenador tres challenges de revisión por cada mitad a costa de perder un tiempo muerto en caso de utilización. El otro aspecto esencial en la nueva mecánica era que serían los propios árbitros on the field quienes revisarían la jugada primero en un monitor portátil y después en una cabina habilitada para ello sobre el propio terreno de juego, con un tiempo ajustado de 90 segundos, eliminándose a los instant replay officials que operaban desde la grada. A pesar de estas importantes modificaciones, los propietarios votaron nuevamente en contra de su aplicación en la temporada 1997, arguyendo que la pérdida del tiempo muerto era un castigo demasiado severo, aun cuando el challenge hubiese sido oportuno. En cualquier caso, la instant replay, con los ajustes necesarios, no tenía vuelta atrás y para la temporada 1999 fue abrumadoramente aprobada por los dueños de las franquicias. Entre esos necesarios ajustes, cabe destacar:
- De cara a minimizar la pérdida de tiempo y ritmo del partido, los challenges se redujeron a dos por cada mitad, reduciéndose el tiempo para tomar una decisión por parte de los árbitros, a 60 segundos. Debe tenerse en cuenta que para revocar una decisión on the field, debe existir una evidencia visual indiscutible del error.
- Sólo los challenges fallidos acarrearían la pérdida de un tiempo muerto.
- El challenge solo puede efectuarse sobre las jugadas identificadas como revisables y antes de los two-minute warning de cada parte, mediante el lanzamiento de un pañuelo rojo sobre el césped por parte del head coach.
- A partir de 2004, se bonificó a los entrenadores cuyos dos primeros challenges fueran exitosos, con un tercero adicional.
- Desde 2007, la instant replay está permanentemente contemplada en las NFL Rules, sin necesidad de renovaciones anuales. Además, desde ese año, fue el primer deporte profesional que utilizó la alta definición en los monitores de revisión, con una capacidad de resolución capaz de discernir si un dedo del guante de Dez Bryant esta out of bounds o no…¿se acuerdan?
A pesar de todas las medidas y las cautelas, el football es un deporte y resulta quimérica la pretensión de depurarlo hasta la inefabilidad. Y si no que se lo digan a los aficionados de Cleveland el 16 de diciembre de 2001. Aquel día, el árbitro Terry McAulay, tras dar por buena una recepción de Quincy Morgan en una agónico cuarto down, y consentir el spike de Tim Couch en la siguiente jugada para parar el reloj, interrumpió el juego indicando que había recibido un aviso del instant repaly official antes de que los Browns efectuasen el referido spike. Esto es muy importante, porque con las reglas de entonces, una vez completada la siguiente jugada, no se podía revisar la anterior. Una vez revisada, llegó a la conclusión de que el pase había sido incompleto dado que Morgan nunca tuvo el control del óvalo, produciéndose el consiguiente turnover on downs a favor de los Jaguars. En ese momento, el Dawg Pound estalló de indignación, sembrando esa zona de botellas y otros objetos. McAulay interrumpió el partido y mandó a los jugadores a la caseta, decisión que fue revocada por el mismísimo Taiglabue, que ordenó la reanudación del partido, que se disputó bajo un incesante lanzamiento de objetos. Es el célebre Bottlegate del Browns Stadium.
Y es que veintidós años después del Bottlegate, y en el partido más importante de la temporada, la polémica ha vuelto a repetirse con The Hold, en donde lo incontrovertible del agarrón pugna con la duda de si se aplicó el mismo criterio durante todo el partido en jugadas similares. Debate que se reproducirá, con replay o sin replay, por los siglos de los siglos.
En cualquier caso, y a pesar de todo, la instant replay se ha institucionalizado en los partidos de la NFL como el tailgating en los parkings o el louding ante el snap del adversario, incrementándose su uso temporada tras temporada: en 1999 se revisaron el 29% de las jugadas, mientras que, en 2021, lo fueron casi seis de cada diez (57%).
Cuando allá por 1976, el pionero Art McNally porfiaba por implantar un sistema de revisión aun arcaico, no podía imaginar que casi cincuenta años después, en la NFL Headquartes del lujoso 345 de Park Avenue de Nueva York, habría una sala de mando y control de los árbitros llamada Art McNally GameDay Central, desde el que se establece una comunicación directa con cada arbitro que revisa una jugada en cada uno de los partidos que se disputan, bajo la supervisión del Vice Presidente de cronometraje Walt Anderson y del Director de Arbitraje George Stewart, quienes inician el protocolo de revisión en el momento en que advierten que el head coach considera la opción del challenge, reduciéndose así de manera muy considerable el tiempo empleado en la operación on the field.
Dar hoy la espalda a la tecnología en el ámbito del deporte profesional es pretender ridículamente ponerle puertas al campo y, además, una gravísima irresponsabilidad en instituciones que están jugándose muchos millones de dólares/euros en cada jugada.
Ahora bien, a los que peinamos canas o, sencillamente, no peinamos nada, esa ausencia en el empleo de la tecnología nos ha permitido disfrutar de la incertidumbre, del error y hasta de la injusticia en momentos cumbre de la historia del deporte como los dispensados por periodistas legendarios como Juan José Castillo y su eterno y glorioso «entró, entró»; la mano de Dios de Maradona; un McEnroe on fire; la cara que se le quedó a Bill Laimbeer cuando le cargaron con la sexta falta por mirar a Abdul-Jabar en las Finales de 1988 o, también, sufrir con el «gol» de Michel a Brasil en 1986. Momentos todos que nunca hubiéramos disfrutado (o padecido) de haberse podido revisar esas jugadas.
No obstante, repárese en la sensacional paradoja que supone que en el ámbito del actual hipertecnificado mundo del football, las dudas en pulgadas no se resuelven con un nivel láser topográfico, sino que se siguen midiendo por unas atávicas cadenas manejadas por una pintoresca cuadrilla. Pero de eso nos ocuparemos en otra entrada de estas Crónicas Lombardi.