
Antón Gallo
Quién iba a decirle a Queen que años después de su “Under Pressure”, esa mítica base rítmica del bajo de John Deacon y la batería de Roger Taylor sería usada por el rapero estadounidense Vanilla Ice para su single debut “Ice Ice Baby” de 1989. Y, menos aún, nadie esperaba la vuelta de tuerca que Robert Matthew Van Winkle (auténtico nombre de Vanilla Ice) le daría al asunto en 1998. Ese año sacó su disco “Hard to Swallow”, que incluía el single “Too Cold”, una versión del famoso “Ice Ice Baby”.
Este disco, el tercero de Vanilla Ice, fue especial para muchos debido a su productor, Ross Robinson. Robinson lo produjo en el Indigo Ranch, un lugar mágico donde nacieron numerosas obras maestras. Una de las primeras muestras del brillo de la magia de Ross Robinson fue con unos completos desconocidos en aquel entonces: Korn. Sus integrantes aún hoy afirman recordar de aquellos días las sinuosas carreteras que conducían al rancho, que les hacían sentir que podían perder el control del vehículo y salirse en cualquier momento. Korn, grupo oriundo de Bakersfield, California —al igual que Jordan Love, ya llegaremos a eso…—, trabajó, como digo, de la mano de Ross Robinson, quien supo sacar lo mejor de ellos en Indigo Ranch — después vendrían Limp Bizkit, Deftones, Sepultura, Machine Head, Slipknot, e incluso los navarros Berri Txarrak, a quienes Robinson produjo dos discos… pero eso es otra historia—. Tristemente, debido a un incendio en la zona, ese recóndito paraje de creación musical quedó reducido a cenizas tiempo después… igual que la vida de la familia Love el 13 de julio de 2013.
Aquel verano de 2013, Orbin Love Jr., sargento de la policía de Bakersfield, tenía 51 años y, según su hijo Jordan, era el hombre más feliz que se podía conocer, siempre sonriendo e intentando hacer felices a los demás, incluso cuando las cosas no iban bien. Orbin siempre estaba ahí para ayudar y alegrar a los demás, especialmente en momentos de bajón emocional.
Orbin Love tenía un sueño de joven: quería ser quarterback profesional y jugar en la NFL. Para bien o para mal, se quedó en el camino y solo jugó a nivel de instituto. Después, los derroteros de la vida lo llevaron al camino de la ley y el orden, donde conoció a Anna, con quien formó una familia.

Mientras Ross Robinson seguía en la cresta de la ola, produciendo el disco de Vanilla Ice y los discos debut de Cold y Soulfly —grupo creado por Max Cavalera, exfundador de Sepultura, junto con su hermano Igor—, el 2 de noviembre de 1998, Anna, que también era agente de la ley, daba a luz al tercero de sus cuatro hijos. Después de dos hijas, nacía el primer varón de la pareja: Michael Jordan Love. Así, al menos, era como Orbin quería llamarlo, en honor al legendario jugador de baloncesto que había cosechado su sexto campeonato de la NBA, el segundo Three-peat. Pero Anna no estuvo de acuerdo y vetó el nombre, quedándose finalmente como Jordan Alexander Love. Por cierto, solo un equipo ha conseguido un three-peat en toda la historia de la NFL: los Green Bay Packers, de 1929 a 1931. Y no solo lo lograron una vez, sino dos; la segunda entre 1965 y 1967, una racha que incluyó las dos primeras Super Bowls.. Los Cleveland Browns lograron un Four-peat, pero pertenecían a la All-America Football Conference, rival de la NFL en los años cuarenta.
Así pues, Jordan Alexander Love nació el 2 de noviembre de 1998 en Bakersfield, una ciudad que vio nacer a ilustres del football como Frank Gifford y Joey Porter, o los hermanos Carr (David y Derek), y también a exjugadores de los Packers como Mike Ariey, Bob McCaffrey o Ken Ruettgers, quienes — ¡Oh, casualidad!— coincidieron en el Garces Memorial High School, centro educativo cuyo nombre se debe al aragonés Francisco Garcés, misionero franciscano y explorador.
Orbin no se sintió decepcionado porque su hijo no se llamase, finalmente, Michael Jordan. Estaba feliz, irradiaba dicha. Ya era un hombre alegre, pero la llegada de Jordan le dio una nueva perspectiva de vida. Siempre había querido un hijo a quien transmitirle su pasión por el deporte, y ahora por fin había llegado a sus vidas.
Junto a sus hermanas, Jordan fue creciendo, al igual que su amor por los deportes, especialmente el football y el baloncesto. Aunque disfrutaba más del baloncesto, no descuidaba el football. Y Orbin siempre estaba ahí para ayudar en la formación de su hijo.
Un momento clave en la vida de Jordan, fue cuando Orbin y Anna llevaron a toda la familia a un partido de los Trojans de USC. El pequeño Love, que contaba entonces con doce años, quedó fascinado por el ambiente y el juego. Ese equipo, dirigido por Lane Kiffin y su hermano Monte, contaba con Matt Barkley al mando del ataque y Nick Perry, elegido por los Packers en el draft de 2012 en primera ronda. Fue uno de los días que más disfrutó Jordan en aquellos años.
En el Rosedale Middle School era habitual que algunos padres ayudaran a los equipos, participando en la formación deportiva de sus hijos. Entre ellos, por supuesto, estaba Orbin, enseñando lo básico del baloncesto. Orbin tenía un plan para su hijo: quería que fuera un atleta de élite, en la disciplina que él eligiera… aunque en el fondo proyectaba en Jordan su propio sueño de jugar en la NFL. Anna lo sabía, y aunque Jordan disfrutaba más del baloncesto, ella tenía claro que seguiría los derroteros de su padre.
Orbin conoció a Dennis Hicks en los entrenamientos de sus hijos, y se hicieron buenos amigos. Ambos formaron equipo en ayuda del entrenador de baloncesto de Rosedale. Sus hijos, Jordan y Dennis II, también forjaron una amistad que continuó en el Liberty High School. Jordan empezó entonces a compaginar la práctica del baloncesto con la del football, aunque seguía destacando más en las canchas que en el emparrillado. En el equipo de football de Liberty, cuyos cascos lucen un diseño muy semejante al de New England, Jordan era suplente del quarterback, aprovechado en otras posiciones pero no como QB. Alex Moran —personaje protagonista de la serie Blue Mountain State— diría que la mejor posición para un jugador era ser QB2… pero Jordan Love no opinaba lo mismo.
Sin embargo, no todo era tan perfecto como parecía, a simple vista, en el ámbito familiar de los Love. Desde hacía un tiempo, la conducta de Orbin había cambiado. Su alegría había ido, poco a poco, dando paso a un comportamiento estrafalario y errático, que su familia notaba con extrañeza. Tareas antaño rutinarias para él, como arreglar un pinchazo, se habían vuelto todo un reto para Orbin. Aunque algunos decían que podía tratarse de depresión, la familia Love lo negaba, afirmando que Orbin no estaba deprimido. El motivo de su cambio de personalidad, pensaban, era otro: un cambio en la medicación de Orbin para la presión sanguínea habría sido la causa de su extraño comportamiento, conduciéndole a un trágico final. Orbin llegó incluso a ser ingresado en una institución mental y se le volvió a prescribir su antigua medicación, volviendo todo al orden. Pero el demonio había empezado ya a hacer de las suyas…
Un año después de superar aquella primera crisis, el 13 de julio de 2013, mientras Jordan jugaba un partido de una liga de verano, Anna esperaba en el graderío la llegada de Orbin y una de sus hijas. Al ver llegar a la pequeña sin su esposo, supo que algo andaba mal. Orbin no era un padre que voluntariamente decidiera no asistir a un partido de su hijo. Rápidamente corrió hacia su casa, temiéndose lo peor. El día anterior, quizá por una tenebrosa premonición, Anna había guardado bajo llave el arma de Orbin, pero ni siquiera eso le detuvo. Al llegar, Anna encontró la desoladora escena: Orbin había puesto fin a su vida. El demonio había triunfado una vez más.
La noticia corrió como la pólvora rápidamente por Bakersfield. Nadie podía creerlo. Fue la tía de Jordan quien tuvo que recoger a los chicos, que aún estaban disfrutando del partido, y contarles lo sucedido. El propio Jordan recuerda que, durante el trayecto a casa, ella aparcó en la cuneta y les contó lo ocurrido de manera contraria a como yo suelo contar las cosas: sin rodeos ni ambages.
2007 había sido un año nefasto en términos de incendios en California. Uno de los más significativos, el incendio de Corral, acabó con el Indigo Ranch, destruyéndolo por completo. Así se sintieron Jordan y su familia cuando su madre les contó la verdad sobre su padre: reducidos a cenizas. La brújula de su mundo había perdido el control y ya no marcaba el norte magnético.
Jordan, devastado, se encerró en sí mismo. Quería abandonar todo, incluido el football, por el que finalmente parecía haberse decantado. Pero su madre y sus amigos lograron convencerle para que le diera una oportunidad al deporte durante un año más, en recuerdo de su padre. Jordan, así, reunió todo el coraje que puede acaparar un niño de su edad tras un trauma como el que acababa de vivir, y comenzó a salir de su caparazón, apoyado por los Hicks, sus amigos y su entrenador de football, Bryan Nixon.
Jordan entendió que el legado de su padre había sido una oportunidad de llegar a lo más alto en el mundo del deporte. Creció física y mentalmente, mejorando día a día. En su año junior, se hizo con el puesto de QB titular y nunca más permitió que se lo arrebataran. Con el apoyo de su red de seguridad, su familia, amigos y mentores, Jordan afrontó la vida con una nueva perspectiva: debía hacer realidad su sueño y el de su padre.
En el equipo del instituto, Jordan tenía a su gran amigo Krys Barnes, con quien se reencontraría años después en Green Bay. Mientras Krys recibía ofertas de prestigiosas universidades —Utah, LSU, USC o los Sooners de Oklahoma entre otros, para al final decidirse por UCLA—, Jordan solo recibió una: de los Aggies de Utah State. Matt Wells, primer entrenador en la universidad estatal de Utah, recordaba cómo en un entrenamiento, Jordan mostraba una actitud de plena confianza y tranquilidad, sin llegar a ser arrogante, lo que le gustó mucho. Esa calma en momentos de tensión le habló muy bien de él. Ese fue uno de los multiples motivos por el cual Coach Wells quería tenerle en su equipo. ¿El resultado final a su insistencia? Oferta de Utah State aceptada.
Tras aquellos años de crecimiento, llegaba al fin el momento de ir a la universidad, de poner rumbo al estado de Utah. Logan, la ciudad que vio nacer al gran Merlin Olsen, iba a ser el hogar de Jordan Love durante los siguientes años. Anna acompañó a su hijo en su primer viaje a aquella ciudad fundada a mediados del siglo XIX, en un entorno natural privilegiado. Durante una visita al campus, Matt Wells y su esposa, Jen, conocieron a Anna, quien les pidió que cuidaran de su hijo y lo motivaran. “Jen, take care of my baby. Matt, kick his butt”. Y así lo hicieron.

Era 2015 y Matt Wells y sus Aggies recibían con los brazos abiertos a un Jordan, desconocedor de lo que le depararía el futuro, pero entusiasmado con la idea de unirse al equipo. Pero lo que sí sabía era que tendría que pelear por el puesto. Sabía que tendría que darlo todo para ser el QB1 de Utah State. Y no iba a tenerlo fácil: Kent Myers era el titular en ese momento, un quarterback dual-threat, que se había aprovechado de las lesiones del veterano Chuckie Keeton para adquirir la vitola de titular en aquella temporada 2015. Prometedor como quarterback —y como miembro de staff a día de hoy—, quizás la historia de Kent Myers hubiera sido diferente si Chuckie se hubiera mantenido sano en aquellos días… pero no fue así; y Kent, aprovechó su oportunidad.
Al comienzo de 2016, Kent era el titular indiscutible. Nadie le podía hacer sombra en ese equipo. Ni Cade Smith, ni Damion Hobbs, ni DJ Nelson pusieron en peligro su puesto. Jordan Love disfrutaba su año Freshman… pero la situación le condujo a declararse Redshirt. Solo por aclarar, un jugador de college puede declararse redshirt para renunciar a un año en el que va a participar poco, pudiendo así alargar su vida deportiva en la universidad una temporada más. Puede llegar a jugar un número determinado de partidos, puede entrenar… pero si solo va a participar en un número mínimo de partidos, la opción de declararse redshirt le permite prolongar su carrera universitaria un año más. En este caso, Jordan no llegó a jugar partido alguno esa temporada.
Jordan supo sacarle todo el partido a aquel año Redshirt. Lejos de tomarlo como un año sabático, supo aprovecharlo para potenciar su evolución. Sabía cuál era su parte en la historia que había imaginado su padre, y se dedicó a cumplirla cada día. A veces, como bien contaba coach Wells, asistía tan absorto a las sesiones de visionado de tapes que prácticamente no se notaba su presencia en la sala. Su único objetivo era aprender, entender el juego. Siguiendo una nueva dieta y una planificación en el gimnasio para fortalecer y ganar músculo, pasó de ser un joven delgado en el instituto a convertirse en un atleta fuerte y musculoso.
Pero el puesto de Kent Myers seguía siendo intocable al iniciarse la temporada 2017. El cuerpo de quarterbacks tenía distintos componentes, y Kent partía con la vitola de titular. DJ Nelson seguía en la pugna por la posición de QB —al año siguiente sería desplazado al cuerpo de receptores—, pero Damion Hobbs había sido movido a la posición de tight end y Cade Smith, redshirt en 2015 y con un año en blanco en 2016, ya no estaba en el equipo. Para suplir las bajas de Hobbs y Smith, llegaron Henry Colombi y Zach Larson, transfer de Snow College, alma mater de Josh Heupel. Jordan partía como Redshirt Freshman, e iba a estar integrado perfectamente en el comité de quarterbacks, esperando su oportunidad… en función de la evolución que se le presuponía tras su año redshirt.
David Yost, entrenador de quarterbacks y coordinador ofensivo de Utah State, había ido moldeando a Love y estaba impresionado con él. Años después confesaría que Jordan Love era uno de los jugadores que mejor se sabía el playbook de cuantos había entrenado, el que mejor lo interpretaba a pesar de su corta estancia en Logan.
A mitad de la temporada de 2017, una importante decisión iba a ser tomada. Jordan Love había disputado algún partido, nunca como titular. Había demostrado hechuras y buen oficio, pero también había sido impreciso e incluso imprevisible según cuentan. Los Aggies marchaban 3-3 en aquel momento y su siguiente rival eran los Rebels de la Universidad de Nevada, Las Vegas. Aquel 21 de octubre, el Sam Boyd Stadium sería testigo del comienzo de un camino, que si bien no nadie sabía donde podía desembocar, Jordan sabía dónde quería terminarlo. Ataviado con el número diez y con el apellido familiar en su espalda, Jordan Love saltaba al campo: su primera titularidad con los Aggies. Una titularidad sorprendente para los comentaristas de la cadena AT&T Sportsnet que retransmitían aquel partido. Seguramente también lo sería para el resto de periodistas que cubrían aquel encuentro… y para el grueso de los aficionados Aggies.
El choque comenzó con Utah State perdiendo a su principal arma aérea, Ron’quavion Tarver. Y se les puso cuesta arriba con el 0-14 de arranque, pero tras la última anotación de los Rebels, Jordan Love ejecutó un perfecto pase largo para touchdown. Con 7-14, en la siguiente serie ofensiva Coach Wells cambió de ejecutor y devolvió el balón a Kent Myers, algo que dejó cierta decepción entre los asistentes. Nadie parecía entender la decisión, pero lo cierto es que sirvió para empatar el partido nuevamente. Pero con 14-21, Jordan Love tomó de nuevo el mando de las operaciones y tras empatar a 28-28 al final del segundo cuarto, Utah State entró en una gran dinámica de juego ofensivo, que les condujo a una victoria por 52 a 28.
Los comentarios del partido se centraron en la figura de Jordan y realmente, afición y prensa parecían preferir en el emparrillado antes que a Myers, por cómo manejaba el tiempo, cómo movía el balón, leía el juego e involucraba a sus compañeros. Ese día, el nombre de Jordan Love empezó a sonar con cierta familiaridad y empezó a ser centro de atención desde fuera del equipo. Pero en Logan ya sabían lo que tenían en casa.
Quin Ficklin, oriundo de Mesa, en el estado de Arizona, era un fullback en Brigham Young University (BYU) y mediante el transfer, acabó en Utah State. En los Aggies pasó a la línea y más concretamente al center. Ataviado con el número 51, sabía a quién le daba el balón. Quin contó cómo cierto día, Steve Farmer, entrenador de la línea de aquel año, les dejó claro tanto a él como a sus compañeros de la línea lo que había. Había que proteger a Jordan Love por lo civil o lo criminal.
—Estábamos viendo video un día con Coach Farmer —contaba Ficklin en una entrevista— cuando después de un análisis, paró el vídeo, nos miró y nos dijo que necesitábamos descubrir cómo protegerlo ya mismo, porque era un tío muy especial. «Jordan será un nombre muy conocido, así que haced lo posible porque siga sano».
Steve Farmer no se equivocaba… y Ficklin tampoco. Afirmó que Kent era un gran quarterback pero que Jordan había aprendido de él, de los coaches… y que había ido mejorando desde su llegada. Eso fue lo que hizo que al final ganase la batalla por el puesto de QB1, a pesar de que Myers era un gran quarterback para los Aggies.
Jordan siguió jugando desde la titularidad aquel 2017. Con un balance de 3-2 desde que se hizo con el puesto y 6-5 en total, la Arizona Bowl esperaba a Utah State. Y en ella, New Mexico State… Aggies. Casualidades de la vida, el último partido de esa temporada sería un Aggies versus Aggies. New Mexico State se llevó el gato al agua, pero el equipo, con Jordan Love a la cabeza, se conjuró para volver mejor preparados la temporada siguiente.
Ya en el partido inaugural de la temporada 2018 ante Michigan State, a pesar de la derrota por 31-38, se vieron cosas muy interesantes en su juego. Como Ficklin comentaba, Jordan era capaz de hacer posible lo imposible con unas ventanas de pase realmente minúsculas, y en ese momento, sabían que podían ganar a cualquier equipo. Y así comenzaron a llegar las victorias… Su hogar, el Maverik Stadium, se volvió un feudo inexpugnable. Equipo que rendía visita a Logan, equipo que se llevaba una gran suma de puntos en contra. Y lejos de casa, el equipo era más que competitivo y contaba sus desplazamientos por victorias hasta la última jornada.
Mientras tanto, Jordan seguía creciendo como jugador, convirtiéndose, poco a poco, en ese líder tan deseado por sus compañeros. Ese saber estar, ese liderazgo tranquilo que había aprendido de la figura de su padre, y su conocimiento cada vez más profundo del juego le llevaron a firmar una temporada realmente de escándalo. Empezó a sorprender a extraños, pero no tanto a los propios, puesto que ellos ya sabían de lo que era capaz.
Sus stats contaban una verdad muy clara: su temporada era para ser tenida muy en cuenta de cara al futuro. Su desempeño en el emparrillado se traducía en unos datos que eran el anticipo de un futuro muy prometedor. Pero por encima de los números lo que se desconocía fuera de Logan era la forma de ser, en el día a día, de Jordan Love. Ya en entonces, por ejemplo, fomentaba la unión del grupo saliendo con el cuerpo de receptores y con los corredores, juntándose con ellos fuera del emparrillado para realizar actividades de todo tipo.
Utah State llegó al último partido de la temporada regular con opciones por el título divisional en juego. El rival, Boise State. Favorito en todas las apuestas a principio de temporada, los Broncos de Boise State contaba con el factor cancha a favor. Las apuestas se cumplieron y los Aggies cayeron derrotados. En aquellos Broncos destacaban jugadores como Ezra Cleveland, Alexander Mattison, Brett Rypien o Ezekiel Noa. Tras la derrota, Matt Wells, el artífice de la llegada de Jordan a Logan, se despidió del equipo poniendo rumbo a los Red Raiders de la universidad de Texas Tech. Quedaba un partido para concluir la temporada, pero sus nuevas labores le reclamaban. Sin él, sus huestes iban a jugar y a ganar la New Mexico Bowl frente a North Texas. En aquellos momentos ya era evidente que Jordan Love estaba bajo los focos, como líder de ese equipo, desde hacía tiempo.
La siguiente temporada trajo cambios drásticos en Utah State. Tantos movimientos se produjeron, que acabamos antes con decir que en el staff solo permanecieron Frank Maile y Stacy Collins. El resto, eran nuevos por completo. El retorno de Gary Andersen demostraba cordura y traer como coordinador ofensivo y entrenador de quarterbacks a Mike Sanford Jr. demostraba que se quería seguir una línea continuista para el equipo. Pero bastantes jugadores se habían graduado y tocaba reconstruirse.
Todo se resintió, como era de esperar. De once victorias y dos derrotas, se pasó a siete victorias y seis derrotas. Esto por supuesto hizo que los números de Jordan empeoraran, así como su juego. Pero nada importaba, porque ya había demostrado lo que valía. Jordan Love estuvo en el escaparate toda la temporada 2019, con nuevo staff, con un equipo rejuvenecido y sin la experiencia que tenía el de temporadas anteriores. Podría haber elegido ir al draft al acabar el 2018 pero decidió quedarse y continuar. Cuentan que esa última temporada le ayudó a Jordan a ser mejor líder. Porque buscaba siempre la manera de motivar a sus compañeros, intentaba saber qué cuerdas debía tocar. La motivación de Jordan seguía siendo su familia, el recuerdo de su padre y el orgullo que él hubiera sentido si le hubiera visto jugar.
Su mejora llegó al punto de que ya era considerado mejor quarterback en el “Group of five”, aquellas conferencias que no son titánicas, sino algo más modestas: American Athletic Conference, también llamada American o AAC; Sun Belt Conference o SBC; Mountain West Conference o MWC; Conference USA o CUSA y Mid-American Conference o MAC.
El draft 2020 y la NFL no iban a tardar en llegar. Pero antes, llegó el partido que para muchos supuso descubrir cuál era la esencia del juego de Jordan Love. El partido de Jordan Love al cien por cien. La Frisco Bowl, su último partido con los Aggies, ante Kent State Golden Flashes. Con la decisión de entrar al draft ya anunciada, el número diez se enfrentó a su último reto y a pesar de no lograr una victoria, salió reforzado por su espectacular partido —digno de ser visto más de una vez— de cara al draft.

Llegó el confinamiento por la pandemia en 2020, pero el mundo no se detuvo. Y la NFL tampoco, celebrando, quizás, la edición del draft más atípico de su historia. 23 de abril de 2020. No pocos habían seguido, casi clandestinamente, la evolución que hemos contado de Jordan Love a lo largo de estos años. Pero, de entre ellos, solo uno mantuvo constantes charlas con Matt Wells y luego con Gary Andersen —y sus respectivas manos derechas, David Yost y Mike Sanford Jr.— a lo largo de estas temporadas, con Love como tema principal de conversación. Y finalmente se llevaría el gato al agua.
Así, el espigado muchacho de Bakersfield fue subiendo su stock tanto en el draft como en los board de los equipos. Al final del primer día, en el que Joe Burrow había sido elegido número uno, Green Bay Packers realizó un movimiento inesperado para subir su posición. Los cheeseheads íbamos haciendo nuestro pronóstico. Si bien algunos tenían el pálpito de que por fin vendría en primera ronda un skill player, otros, entre los que me incluyo, pensábamos en defensa, por aquello de las tradiciones. No podíamos imaginar, ni remotamente lo que ocurrió a continuación. El comisionado Roger Goddell, que no se libró de la costumbre de ser abucheado al comienzo de la noche, agitó la cartulina con la selección de Green BayPackers. Tras anunciar el trade con Miami, procedía con la lectura de manera casi ritual:
—With the twenty six pick in the 2020 NFL draft, the Green Bay Packers select… Jordan Love, Quarterback, Utah State.
Las mandíbulas de media NFL llegaron al suelo en ese instante. Mientras algunos aficionados miraban sus pantallas de televisión patidifusos, otros juraban en todos los idiomas conocidos. Los más positivos, apelaban a la lógica para encontrar razones de una elección tan sorprendente. Mientras tanto, en Green Bay, Brian Gutekunst culminaba así un plan perpetrado desde años antes en aquellas charlas con los entrenadores de Jordan a lo largo de su carrera universitaria. Efectivamente, se había llevado el gato al agua.

Y mientras tanto, en otro lugar de los Estados Unidos, un hombre que esperaba tener una plácida tarde viendo como los responsables de su equipo elegían a algún skill player que pudiera ayudarle en la búsqueda de su segundo anillo, resultaba ser una de las personas más sorprendidas por el movimiento de Gutekunst. Acto seguido, se levantó y puso cuatro dedos de tequila en un vaso, según contó más tarde. Ese hombre era Aaron Rodgers y sabía que una larga noche de incontables llamadas acababa de comenzar.
***
La pérdida tras aquel pavoroso incendio de 2007 de Indigo Ranch, y pese a que ya solo se conservaba en él un piano de Neil Diamond de entre los tesoros de la antigua propiedad, supuso una puñalada para muchos. La muerte de un lugar icónico, un disparo directo y certero al corazón de muchos amantes de la música. Una pérdida irreparable, como la de Orbin Love para su familia y amigos, quienes tuvieron desde entonces que superar aquellos caminos sinuosos. Otro disparo certero que cercenó una vida y se llevó parte importante de otras, que tuvieron que ser reconstruidas. Volver a la carretera tras haber descarrilado fue difícil, pero ellos —como Korn y tantos grupos que pasaron por Indigo Ranch y lo sentían dentro— también lo consiguieron. Con el apoyo mutuo, Jordan y su familia salieron adelante más fuertes.
A pesar de los malos momentos, de los disparos certeros y de las brújulas desorientadas, Jordan consiguió que todo volviera a su cauce, convirtiéndose en un líder silencioso de una prometedora generación de jugadores en Green Bay, que le han ido tomando el pulso a la competición en muchos casos. Esa calma y sosiego que Orbin poseía en las circunstancias más difíciles es uno de los dones que ha heredado Jordan. No se le conocerá por dar una voz más alta que otra, ni por ser indiscreto o darse un especial pábulo, pero sí por una forma de ser que ha encandilado a sus compañeros y entrenadores. Eso y una manera de jugar que ha hecho que los fans de los Green Bay Packers crean fervorosamente en él. Ese número 10 que empieza a generar el sentimiento de «No… otra vez no…» en los rivales de división, sino lo está generando ya…
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Por Antón Gallo
Este artículo es la versión extendida original del que apareció —en formato reducido por limitaciones de espacio— en la primera guía de los Green Bay Packers que hicimos los muchachos de PackersESP , y que también puede encontrarse en SpanishPackers.com